El viernes por la tarde una furgoneta de la Gendarmería francesa cruzó la frontera italiana en Claviere, los Alpes turineses, y abandonó en una zona boscosa lo que, presuntamente, eran dos inmigrantes africanos. La policía italiana no tiene dudas. Hizo fotos y comprobó la matrícula. Y luego lo mandó a la fiscalía de Turín, que ya ha abierto una investigación. Italia ha pedido a Francia una respuesta oficial a lo que consideran ya una práctica habitual del Gobierno de Emmanuel Macron.
Las tensiones que vive Europa en los últimos tiempos podrían explicarse a través de todos los frentes que tienen abiertos hoy Italia y Francia. Matteo Salvini, vicepresidente y ministro del Interior de Italia, ha encontrado en el presidente francés Emmanuel Macron al enemigo perfecto y cada conflicto es una oportunidad para activar el discurso migratorio, el euroescepticismo y la crítica a las reglas de la UE. Esta vez, sin embargo, la gravedad de la acusación ha subido varios peldaños y amenaza con crear un conflicto diplomático.
Sucedió en una zona boscosa de Claviere que la policía controla porque la utilizan algunos grupos anarquistas y promigrantes, aduce el Ministerio del Interior italiano. Una furgoneta azul de la Gendarmería francesa se paró entre unos árboles e hizo bajar a dos personas, presumiblemente de origen africano, y siguió su marcha hasta volver a cruzar la frontera. La policía italiana hizo las comprobaciones pertinentes y mandó la documentación a la fiscalía de Turín, que ha abierto una investigación. El Ministerio del Interior ha confirmado a EL PAÍS que ha pedido a Exteriores que exija a Francia una explicación sobre lo sucedido. “Es un hecho gravísimo, esperemos que tenga alguna otra respuesta”, señalan.
Las mismas fuentes explican que, además de haber sobrepasado la frontera nacional, la Gendarmería habría violado los acuerdos internacionales para la readmisión y expulsión de inmigrantes, que obligan a avisar a la comisaría de la zona y al acompañamiento de los inmigrantes al puesto de frontera. En una nota enviada por Interior, se señala que el “el Ministerio de Exteriores ha contactado inmediatamente con el embajador de Francia en Italia para pedir aclaraciones”. El alcalde de Claviere, Franco Capra, aseguró ayer que no le constaba nada de todo lo denunciado.
Salvini, por supuesto, ha encontrado munición de primera calidad para disparar contra París y alimentar la idea de que el vecino actúa hipócritamente con esta cuestión crucial para la UE. “No quiero creer que la Francia de Macron utilice a su propia policía para descargar a escondidas a inmigrantes en Italia. Pero si alguien piensa de verdad que va a usarnos como el campo de refugiados de Europa, violando las leyes, las fronteras y los acuerdos, se equivoca completamente. Estamos preparados para defender el honor y la dignidad de nuestro país a todos los niveles. Queremos respuestas, sobre todo de quien cada día está predicando”, ha dicho el italiano.
La realidad es que Francia ha sido ya denunciada por varias organizaciones no gubernamentales por realizar estas prácticas u otro tipo de devoluciones en caliente. En Bardonecchia, por ejemplo, cinco policías franceses armados entraron sin la autorización de Italia en un centro de atención a inmigrantes gestionado por una ONG para pedir una prueba antidrogas a un hombre nigeriano. El conflicto diplomático rozó la crisis y el Gobierno italiano en funciones lo calificó entonces como “acto grave, completamente fuera del marco de colaboración entre Estados fronterizos” y llamó a consultas al embajador francés para aclarar lo ocurrido.
Además, son recurrentes también las denuncias de las ONG por las devoluciones en caliente que Francia practica en la frontera de Ventimiglia, una de las más transitadas en la ruta para llegar al norte de Europa. Solo en 2017 hubo 45.000 casos, muchos de ellos, denuncian las organizaciones humanitarias, con métodos violentos. Suele recurrirse para explicarlo al caso de la mujer embarazada que fue apeada de un tren por la fuerza el pasado febrero y devuelta a Italia.
Todos estos casos han alimentado formidablemente el discurso antieuropeo del Gobierno italiano, que acusa a la UE de mirar hacia otro lado cuando las irregularidades las cometen Gobiernos como el francés, especialista en dar lecciones sobre cómo tratar la cuestión migratoria a otros países, protestan
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